sábado, 20 de diciembre de 2008

De Italia

He tardado tanto en escribir porque tenía mucho que contar y nunca me pareció tener tiempo suficiente, ahora si que es demasiado tarde, pero bueno, por lo menos quería poner un par de fotos de Italia para que supierais que tal me fue.
Todo empezó el día en que el profesor de Murales Románicos de los Alpes me ofreció a hacer un trabajo sobre San Pietro al Monte Sopra Civate, de lo cual yo sabía que tenía un bonito mural del Apocalipsis con un dragón de estos estupendísimos y los ángeles cargándoselo por supuesto. Muchos sabeis lo que me gustan los trabajos in situ, sobre todo después de la experiencia de las Calatravas, así que me dije, ¿por qué no acercarme por allí? Darío está en Bologna y seguro que le apetece venirse, y además, Lidia está en Milán. Cogí el google maps y descubrí que Civate estaba en las cercanías de Como, que a su vez está relativamente cerca de Milán, trenitalia me dijo que había trenes cada hora y así pues me saqué un billete de tren a Italia, de ida sólo, porque el de vuelta no podía pagarlo. Después de hablar con mi primo Philipp decidí que volvér con la Mitfahrtzentrale no era tan mala idea (ya os explicaré luego lo que es).
Bueno, creo que para hacerlo más ordenado y que os podais leer este post en varios días voy a ir día por día.

Día cero:
Cogí el tren de Munich a las nueve de la noche, era un tren de estos nocturno cuyo interior era relativamente parecido a una nave espacial con asientos reclinables en forma de media luna (ojo, nada de diseño Audi, más bien Starwars de los 70 o Blade Runer, hay futurismos y futurismos). Así pues, estaba yo balanceándome en mi media Luna de Tatouine cuando alguien dio un golpecito en la ventana. Resultó ser una compañera de clase de Murales Románicos que también se iba a pasar el fin de semana a Roma para hacer unas fotos para su trabajo de fin de carrera. No se si os he contado ya lo poco comunicativos que son mis compañeros de clase, pero bueno, la cuestión es que todavía no he conseguido relacionarme con muchos nativos, por lo que me hizo mucha ilusión que surgiera esta oportunidad, así pues, me invitó a su compartimento y estuvimos un rato charlando. Es curioso que para poder hablar con la gente de clase uno se tenga que ir a Italia.
Tampoco estuve mucho tiempo, me fui a mi asiento reclinable pues tenía que dormir algo, este fin de semana no tocaba descansar, y sólo tenía hasta las cuatro de la mañana para dormir. A las cuatro y media estaba en Bologna. (no había tren a Milán pagable, lo cual explica el desvío).
Así pues, como iba diciento a las cuatro y media de la mañana estaba en Bologna, uno pensaría que en Italia haría calor (malditos clichés) pero estaba lloviendo y hacía un frío de mil pares de Demonios, encima no encontré un sólo asiento por toda la estación, por lo que me quedé esperando mientras escuchaba "180 grados", sentada sobre mi mochila, congelándome en el hall de la entrada. El tren a Milán salía a las 6:44 y no sabía muy bien a que hora aparecería por ahí Darío. A las seis me levanté y me fui a buscar una cafetería abierta, de paso encontré la sala de espera, calentita, con sus asientos, que había estado delante de mí todo el rato y yo y mi percepción 7 no nos habíamos dado cuenta. Para cuando me senté ya era demasiado tarde, me llamó Darío y nos fuimos a dar una vuelta por Bologna a las 6 de la mañana para hacer tiempo hasta que llegara el tren.

Día 1 :
En realidad el día 1 tendría que haber empezado a las 12 de la noche, pero digamos que empieza cuando sale el sol ¿vale?.
Bueno, cogimos pues el tren a Milán, un tren estupendísimo, super moderno, con asientos blanditos, con mesas plegables y aprovechamos para ponernos al día y poner a parir a los alemanes y los italianos respectivamente. Al salir de Bologna empezamos a ver tierra nevada. Nieve, nieve, mucha nieve, y como no había salido el sol pero se estaba haciendo de día había una luz azul extraña. Me sorprendió porque yo pensé que en Munich había nevado, pero no era nada comparado por como estaban las tierras longobardas.
En una hora y media o así estábamos en Milán. Lidia nos vino a buscar a la estación. La estación Milán Centrale es muy grande y muy grandiosa pero la tenían en obras completamente y era casi imposible moverse. Decidimos dejar el equipaje en la estación y nos pusimos rumbo al Duomo.
Nevaba, nevaba , nevaba, sólo aguantamos los minutos necesarios en la plaza del duomo para hacernos las fotos obligadas. Era bastante impresionante, pero se te metían los copos de nieves en los ojos. Una enorme catedral gótica ¿o no?(sinceramente cada vez me cuesta más reconocer el gótico cuando lo veo) grande por fuera y por dentro, y famosa por sus tejados. Por dentro, debido a la mezcla del gótico con el barroco era sinceramente bastante horrible.
La nieve de Munich, por lo menos la que me había tocado era una nieve estupenda, suave como un osito de peluche, abrazable y seca. La nieve milanesa era nieve mojada de esa que nada más caer al suelo se convierte en charcho, o todavía peor, de esa que esconde charcos bajo ella, y de esa que penetra los poros del abrigo impermeable y te cala hasta los huesos. Pero yo no me puedo quejar, venía de Alemania con calzado alemán, preguntarle mejor a Lidia o a Dario que llevaban zapatos italianos. Después de pasear un rato los pies de Dario se convirtieron en lo que un italiano llama "piedi bagnati" (no se si se escribe así).
Visitamos una exposición de Caravaggio, quiero decir, de un cuadro de Caravaggio, y aprovechamos para entrar en la pinacoteca de Brera, nada sobresaliente; bueno si, tenían unas taquillas especiales para guardar paraguas (ver imágen). Por fin, cuando ya creimos que no nos podíamos mojar más nos dispusimos a comernos una buena pizza en un pizzería en la calle que lleva al palacio sforzzesco. Después de estar bien alimentados y sin embargo con los pies congelados decidimos que no podíamos proseguir sin que Dario se comprar antes unas katiuskas. Lidia se empezó a encontrar mal y nos metimos en una cafetería terrible para ver si se recuperaba mientras Darío marchaba en busca de los zapatos perdidos. Me pedí un te con Gingseng, recomendación de Darío, y resultó estár demasiado dulce, a la pobre Lidia le había salido una alergia a no sabía qué, y el Darío no daba señales de vida. En la cafetería las canciones se repetían y encima tuvimos el gran ojo de entrar en un sitio con puerta siempre abierta por lo que el frío nos acompañaba de cerca. Finalmente llegó Darío con unas botas de montar a caballo compradas en Decatlon por 12 euros, con los pies secos y calientes.
Nos separamos, Lidia se fue a casa a ver si se recuperaba, nosotros nos fuimos en busca de San Ambrogio de Milán, la primera catedral románica y que yo recordaba haber visto en clase con Folgar y que me había gustado. Después de perdernos por callejueglas con casas de colores y saltarnos cuatro veces las indicaciones dimos por fin con la parte de atrás. Para rodear la iglesia decidimos meternos en una universidad acabando en un patio cerrado por una verja (al lado de la iglesia) volvimos a entrar en la universidad y salimos al otro lado de la verja, pero seguía sin haber manera de llegar a la fachada. Encontramos una puerta lateral que entraba en la iglesia, preciosa, románico lombardo de principios, de ladrillos, blanca y roja, con un mosaido en el ábside y un famoso baldaquino otoniano además de una cripta estupenda. Salimos por otra puerta lateral, seguíamos buscando la fachada pero dimos a un jardincito de nuevo cerrado con verja aunque tras dar unas vueltas conseguimos acabar detrás de la iglesa, exactamente donde habíamos empezado. Cogimos el otro camino y por fin llegamos a la bonita fachada con patio porticado, ya era de noche, pero con luz estaba muy bonita.
Una vez visto San Ambrogio nos acercamos al palacio sforzzesco y nos fuimos finalmente al hotel a descansar un rato antes de la cena.
Tuvimos suerte con el hotel, a cuatro paradas de metro de la estación, una habitación acogedora, con televisión y recepcionistas simpáticos. Después de cambiarnos de calcetines y estar un rato tirados nos dirigimos hacia Porta Génova donde habíamos quedado con Lidia para ir a tomar un Aperitivo. Los Italianos han reinventado el buffet y lo han llamado aperitivo, es más, para ser todavía más originales las normas son que tu pagas la bebida, y luego tienes gratis toda la comida que quieras (claro que la bebida, refresco de 33 cl te cuesta 8 euros) vamos que a mi parecer era un buffé de toda la vida tomado en un garito pensado para tomar copas, que por cierto, cenamos con música berska. Pero la cuestión es que ese tal Aperitivo se encontraba al lado de un canal donde había un paseo estupendo y con nieve estaba super bonito.
Lidia se trajo además a una amiga Polaca de la residencia que hablaba un italiano estupendo. Fue en ese momento cuando conocí la frustración absoluta, dado que no era una italiana nativa que hablara excesivamente rápido y cerrado pude entender absolutamente todo lo que dijo, pero por la misma razón, dado que no era una italiana nativa y el polaco no es un idioma latino ella no entendía lo que yo le decía en español. ¿os lo podeis imaginar? poder entender todo lo que te dicen, y sin embargo que te tengan que traducir cuando tú quieres decir algo. Pocas veces he tenido una sensación más frustrante. A pesar de ello decir que la polaca fue super simpática y lo pasé fenomenal.
Pero finalmente llegó la hora de irnos a dormir, al día siguiente había que madrugar, y había que hacer ejercicio, así que era mejor que estuvieramos descansados. Aprovechamos para ver un poco la televisión en italiano, Stargate, los Simpsons, e incluso una peli de Wineth Paltrow donde su madre la quería matar para quedarse con su hijo, o algo así, pero cuando llegaron los anuncios no fuimos capaces de seguir viéndola y nos dormimos.

Día 2:
Creo que ya os he contado que la iglesia esta, San Pietro al Monte sopra Civate está a una hora de Milán en las cercanías de Como. Lo que no os conté es que desde el pueblo Civate, hay que andar una hora por un camino de cabras hasta lo alto de un monte donde la iglesia se encuentra. En cualquier caso eso era lo emocionante.
Nos levantamos, nos pusimos varias capas de calcetines, cogimos trípode y cámara de fotos y salimos del hotel. Primero nos abastecimos de trozos de pizza y mozzarela en una panadería, además de sacar dinero y esas cosas, y finalmente cogimos el tren a Civate. En realidad el tren iba a Lecco, y allí había que hacer un intercambio hasta Civate. Nos subimos en el tren y buscamos unos buenos sitios, primera clase estaba bien pero no nos iban a dejar sentarnos allí por lo que seguimos tren adelante, había un montón de gente la verdad, y tras unos cuantos vagones llegamos de nuevo a primera clase. No, miento, no era primera clase, tenía exactamente el mismo aspecto pero tenía un número 2 estupendo, por lo que por fin nos decidimos quedar en esa primera segunda clase.
Como dije, tardamos una hora en llegar a Lecco y a medida que nos ibamos acercando a las montañas la nieve iba desapareciendo hasta que acabamos viendo praderas verdes, una pena pues seguro que con nieve hubiera estado precioso. A 5 minutos en tren de Lecco estaba la estación de Civate. Una estación, abandonada, al otro lado de la autopista. No se muy bien como de fantasma es la estación de Ordes, pero después de haber visto la de Civate me la imagino algo así.
Empezamos a subir, a ver si llegabamos al centro del pueblo donde esperábamos encontrarnos un turismo o algo. Pero no fue así. No se exáctamente para que existe ese pueblo, no creo que tuviera ningún fin turístico y era feo feo feo, como los pueblos gallegos de carretera por ejemplo. Preguntamos en una tienda y nos indicaron que sigueramos subiendo y pronto encontramos las primeras indicaciones de San Pietro. Finalmente llegamos al final del pueblo, donde empezaba el campo, y justo allí había una taberna donde entramos a fortalecernos para el camino.
Después de haber visto semejante pueblo de mala muerte, nos esperábamos realmente un antro de mala muerte, y resultó ser un sitio con bueno gusto. Además, nos pedimos un chocolate caliente y nos dieron un chocolate de esos en los que se aguanta sóla la cuchara de lo espeso que era. Quedé gratamente sorprendida la verdad.
Después del chocolate nos sentimos con fuerzas para iniciar la subida. Serían las 11 y media, y yo había pedido cita para que nos hicieran una visita guiada a la 1 de la tarde por lo que teníamos una hora y media para subir.
Empecé haciendole unas cuantas fotos a Darío y sus botas de montar a caballo cuando recordé que llevaba un trípode a la espalda, así pues saqué el trípode y nos pasamos todo el camino haciéndonos fotos a nosotros mismos. La montaña ya si que estaba nevada, y estaba precioso, pero lo mejor de todo es que no llovía, y debido al ejercicio no pasamos nada de frío por lo que fue una caminata estupenda. Nos encontramos un tejado, y una primavera (la flor amarilla que es el punto que sale a mis pies en la foto, que si, que si, que ese puntito es una flor de marzo, sobreviviendo entre la nieve en pleno invierno alpino) así como una Fontefreda, bueno una fuente con agua fría que estaba deliciosa hasta que finalmente llegamos al muro que encierra el conjunto de San Pietro. Estaba todo estupendamente pensado pues desde el muro no puedes ver nada, y la puerta se situa justo a los pies de la iglesia por lo que al entrar por la puerta te das de bruces contra la gran escalinata que sube al pórtico circular.
Me pareció que en mi vida había visto algo tan bonito, el pórtico circular en la nieve. Resulta que San Pietro es una antigua iglesia del siglo XI con una planta basilical con dos ábsides, el doble ábside es lo que explica que tenga un pórtico circular, y por si fuera poco le hicieron esas enormes escaleras para bacilar todavía más a los peregrinos que creían haber llegado a la salvación, pero todavía tenían que subir las escaleras. Y allá, a lo alto de las escaleras un señor esperándonos que nada más vernos nos dijo que le acompañáramos corriendo. Nos metió en una cabaña y nos colocó dos sillas en la chimenea para que nos calentáramos. ¿Frío? claro que no tenía ningún frío, nos habíamos subido una montaña como iba a tener frío. Pero dio igual, nos hizo un café y se empeñó en que entráramos en calor. Darío si que tenía los pies echos polvo, pues las botas de montar a caballo no son lo mejor para las caminatas y desde luego no son calientes.
En fin, después de un breve descanso, el guía nos hizo la visita guíada de la iglesia y nos explicó todas las pinturas, lo cual estuvo muy bien, porque dado que yo tenía que hacer una presentación en clase el lunes, y no la había preparado realmente, la visita guiada me vino estupendamente. Eso si, dentro de la iglesia hacía más frío que fuera, y encima mientras explicaba estábamos parados, por lo que acabamos con los pies azules. Además, después de la visita a mi me tocó ponerme a sacar fotos de todas las pinturas. Pasé tanto frío, que creo que dejé la mitad de las pinturas sin fotografiar. Eso si, luego nos esperaba una chimenea y un té bien calentito.
Así pues, metidos en nuestra cabaña, con los italianos super "enxebres" (digamos que super genuinos) y un par de montañeros que habían acabado pasando por allí decidímos hacer la gran pregunta. ¿Dónde se coge el bus para Lecco?. Los señoriños se nos quedaron mirando, se miraron entre ellos y nos dijeron "filliños, hoy es sábado, no hay bus, ni tren ni nada, no vais a llegar a Milán hasta el Lunes por la mañana". Cuando les devolvimos la cara de "¿Qué me estás contando?" mezclada con "perrito abandonado" y "cordero degollado" les dimos pena y nos dijeron que nos llevarían a la estación de tren de Lecco para que pudieramos coger allí el tren a Milán. ¡ Qué suerte! porque no sabíamos si seríamos capaces de encontrar la estación de tren fantasma de Civate. A cambio sólo nos pidieron una cosa, que les enviáramos una foto del señor intentándole quitar las botas de montar a Darío, situación cómica donde las hubo.
Por la tarde, una vez en Milán y después de un buen descanso en el Hotel, quedamos con Lidia para buscar un sitio para cenar cerca del Duomo. Encontramos un sitio de Pasta super guay, donde te daban la opción de elegir el tipo de pasta y el tipo de salsa que querías con tu pasta. Lidia se pidio una pasta con marisco estupenda, Darío, no lo recuerdo, creo que no se pudo resistir al pesto, en cuanto a mi, me pedí la pasta del mes, con champiñones, castañas y salsa de nata.
Por si eso fuera poco, no podíamos dejar , a pesar del frío, la nieve y el agua hasta nuestras rodillas, no podíamos dejar de comer un Gelatto en Italia. Lidia nos llevó al super sitio, un sitio de estos donde te preguntas porqué una bola de helado de litro y medio te cuesta un euro y en españa de cuesta una bolita 3 (para que luego digan que Italia es caro), además os diré que era un sitio bastante chic. Pues me pedí dos bolas de helado, una de super chocolate noble (como llaman los alemanes al chocolate negro) y otra de chocolate noble con Chili.
Afortunadamente encontramos un sitio para sentarnos, eso no es tan raro, tomarse un helado en invierno en una cafetería calentitos, lo raro es que cuando salimos, había gente disfrutando de sus helados bajo el agua nieve, congelados y mojados, como los propios helados. No nos dieron pena.
Con esto, decidimos que habíamos visto todo lo necesario de Milán y dejamos el día siguiente para visitar Parma.

Dia 3.

No somos masoquistas, por lo que no nos levantamos demasiado temprano, no se si cogimos el tren de las 11 o así para ir a Parma, la verdad que ya lo he olvidado. En cualquier caso, después de montarme en uno de esos trenes que tanto me encantan y ver los prados nevados de Lombardía llegamos a la estación de tren de Parma, donde horas más tarde debería encontrarme con un total desconocido para que me llevara a Casa.

Como buenos erasmus íbamos cargados con nuestras mochilas que no pudimos dejar en ningún sitio pues resulta ser que se han eliminado las taquillas por miedo a ataques terroristas. Fue toda una decepción pues en Milán habíamos dejado nuestro equipaje bien custodiado sin ningún problema. Pero bueno, tener que cargar con nuestras pesadas mochilas por toda la zona vieja de Parma sonaba de lo más emocionante. Por supuesto que lo primero que hicimos fue ir a Turismo a preguntar si nos acogían las mochilas, pero era Domingo, todo cerraba a la 1, incluso turismo, y me temo que en ese momento ya eran las 12 y media .

Comer nos pareció una buena forma de animarnos así que entramos en el primer sitio que nos convenció, pues he de dicir que mi sibaritismo hizo que dieramos muchas vueltas a la manzana en busca del restaurante perfecto. Este, desde luego, no era el restaurante perfecto, pero podíamos pagarlo. Siguiendo mi obsesión de alimentarme de hongos pedí un delicioso Rissoto con setas.

Siendo domingo y cargados con mochilas no había mucho que hacer más que dar vueltas y vueltas. Vimos el Duomo por delante, por detrás, por dentro, por fuera, y como no llevaba trípode nos tuvimos que hacer las fotos separadamente. Mencioné que llovía? Bueno, digamos que para las fotos salió el sol y se quedó una tarde preciosa que decía a gritos: Tomaros un delicioso café Italiano en un pequeno café encantador. Bueno, he de decir que cambiamos el café encantador por una extraña cafetería cuya decoración de Navidad consistía en papel de purpurina rosa, angelitos dorados y bolas de discoteca de los 70.

Dimos bastante vueltas a la zona vieja (aunque nunca lo admití yo buscaba una quesería para buscar parmesano, que por supuesto no estaba abierta). Las tiendas de ropa si que estaban abiertas, se ve que a los italianos les gusta comprar. De hecho, yo entré en un Calcedonia (que por cierto, para aquellos ignorantes como yo que no entenían que Calcedonia fuera una tienda de medias y no de calzado, resulta ser que es una tienda italiana, y en ese bellísimo y pedante idioma que es el italiano, Calza significa media). Conclusión, me compré cinco pares de medias.
Anyway, después de comprar medias se fue haciendo poco a poco cada vez más oscuro y nos dirigimos definitivamente a la estación donde teóricamente me esperaba un alemán desconocido para llevarme a Munich.
A decir verdad, yo había hablado con el susodicho alemán como tres semanas antes, y le había mandado un mensaje del que no obtuve contestación el viernes. No sabía si iba a aparecer, y por teléfono me había dicho que tenía un "Gold combi", es decir, un nosequé dorado, así que empezamos a acosar a todos los coches dorados que pasaban (que por cierto, de noche, todos los coches son pardos). Darío se tuvo que marchar y yo seguí esperando atisbando coches bajo la lluvia.
Finalmente, apareció un señor de los más sospechoso, que no sabía donde aparcar, y dejó el coche por ahí en medio mientras miraba por todas partes buscando a alguien. A continuación, sacó el ordenador, entonces me acerqué y resultó ser él. Sentado en un Golf combi de color azul marino (en cualquier caso pardo). Ya no me voy a liar mucho porque todo esto pasó hace más de 6 meses y ya voy con suficiente retraso. El señor resultó ser encantador. Uno de esos alemanes que te da conversación e intenta entenderte, y no sólo eso, te ayuda a hablar. Hasta el momento no he conocido a muchos, es un tipo de gente realmente especial, no se trata de que sean más simpáticos o no, pero de alguna manera consiguen que no te sientas un completo idiota cuando intentas explicar algo en un idioma del que no tienes ni idea. Es más, el tío era informático empresarial, o algo así, o económico, y me explicó la Crisis con palabras sencillas y de forma que yo lo pudiera entender.
Pero sin duda el tema más interesante que tratamos fue el conflicto de Südtirol. Lo explicaré brevemente porque el tema da para mucho. Resulta, que Tirol del Sur, que de toda la vida fue austriaco, con austriacos que hablaban austriaco, comida austriaca, iglesias austriacas etc, después de la primera guerra mundial fue cedida a Italia por un arreglo de estos de que había que pagar y pagaron con tierras. Así pues, Italia se hizo, con un pedacito de austria que lo único que tenía de Italiano era un papel firmado. Y por si fuera poco, los italianos, con la obsesión que tenían de unificar Italia removiendo las poblaciones de un lado a otro, para evitar conflictos separatistas, cogieron y repoblaron el Südtirol con Napolitanos, que venían del calor y caos del sur para meterse en las montañas nevadas a ver si se conseguían comunicar con los austriacos.
Desde entonces ha habido un proceso de Italianización, los austriacos tienen que aprender italiano en el colegio, la administración etc todo es en italiano, pero sin embargo van a colegios separados, porque los austriacos siguen hablando alemán, pero los napolitanos en ningún momento sintieron tal necesidad. Por lo que aunque no hay ningún tipo de movimiento separatista fuerte, porque saben que no serviría de nada, (los austriacos no reivindican sus derechos a volver a austria ni a hablar alemán) sigue habiendo una gran separación en dos grupos, los que hablan alemán y los que no, hasta el punto de que en general, los germanoparlantes se van a estudiar a la Universidad a Munich. Me gusta esta historia porque creo que se puede relacionar muy fácilmente con la situación en España con las comunidades Autónomas con lengua propia. La verdad que al final no profundicé mucho sobre el tema, pero pero creo que Südtirol es un ejemplo magnifico de como no es tan fácil dividir tierras como quien divide el dinero, porque las tierras vienen con una población y a su vez con una cultura, pero creo que el mayor error fue la repoblación con Napolitanos morenos de mar, en vez de usar italianos de los Alpes, que por lo menos, tendrían un estilo de vida similar.
En fin, creo que lo voy a dejar aquí, llegué sin problema a Munich. Recogimos a otras dos personas, en Insbruck y en Bolzano y al día siguiente tuve que hacer una presentación en clase sobre las Pinturas de Civate. La presentación susodicha la preparé en un par de horas por la mañana.

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